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Los socorristas y la violencia al ejercer el trabajo

Los socorristas y la violencia al ejercer el trabajo


En varias localidades del país y en todo el mundo, en ubicaciones tanto rurales como urbanas, las pruebas sugieren que los socorristas están ahora sufriendo altos niveles de violencia por parte de las personas a las que ellos están intentando ayudar. El tema es que no siempre llegan estas noticias a los medios.

Pasen un rato con cualquier policía, técnico en emergencias médicas, o bombero que hayan respondido a una suficiente cantidad de llamados y verán que abundan las historias de guerra. Los socorristas con frecuencia reciben piedrazos, golpes e insultos. A veces incluso reciben golpizas, puñaladas e incluso disparos. Las luchas mano a mano con pacientes borrachos, drogados, con alteraciones mentales o enfurecidos se han convertido en una habitual práctica del oficio.

No queremos que esto se transforme es un deporte de contacto, dice Jennifer Taylor, directora del Centro para Tendencias en Investigación y Seguridad de Lesiones de Bomberos (Center for Firefighter Injury Research & Safety Trends, FIRST) en la Universidad de Drexel, ha entrevistado a decenas de socorristas que han sufrido ataques de violencia en su trabajo.

Muchos de esos socorristas se sienten abandonados, dijo. «La gente que trabaja para los servicios de emergencias realmente quieren conversar sobre esta cuestión, porque nadie ha pensado acerca de esto», dijo. «Ellos sienten que los muelen a palos y que a nadie le importa».

Una clara indicación de la aparente apatía de la sociedad con respecto a la violencia sobre los socorristas es lo poco que sabemos sobre las cuestiones básicas en torno al problema, incluso la frecuencia con la que ocurre y su razón. Actualmente, no existe un sistema centralizado de uso generalizado para reportar ataques contra socorristas, y ninguna legislación ni normas estatales o federales exigen que el personal informe cuando son acosados.

Por una serie de razones, muchos socorristas no reportan voluntariamente los ataques, y algunos pocos estudios académicos han estudiado el tema con mayor atención. En cambio, el problema siguió siendo en su mayoría invisible para la sociedad en general, los investigadores e incluso a veces para los líderes departamentales.

No obstante, los datos y evidencia anecdótica disponibles ilustran un alarmante panorama. Una encuesta a casi 1800 miembros del personal de servicios de emergencias médicas en Estados Unidos reveló que el 69 por ciento había experimentado alguna forma de violencia en el lugar de trabajo durante los 12 meses anteriores. Un tercio había recibido golpes, cachetazos, o rasguños; alrededor del 30 por ciento había recibido escupitajos; el 11 por ciento había recibido mordidas; y más de dos tercios habían recibido agresiones verbales. Estudios similares en Australia y Canadá revelaron que entre el 75 y el 88 por ciento de los socorristas allí habían experimentado algún tipo de violencia durante el último año.

«Uno regresa a su hogar, se guarda todo, y vuelve al día siguiente y se espera que uno sea la misma persona. No lo somos. Cada vez que alguien nos hace algo, somos diferentes del día anterior…dicen»

En algunos casos han abandonado la profesión, mientras que algunos que no lo hicieron dicen que están tan saturados que ya no se preocupan por los pacientes que atienden. «Ellos ven como una injusticia que ellos reportan estos incidentes y que nadie es culpado. Entonces deben regresar a trabajar al día siguiente y actuar de manera profesional con alguien que podría escupirles la cara, empujarlos o robarles».

El factor del llamado de emergencia

Según muchos expertos, una importante razón subyacente de este aumento en la violencia y estrés que invade a los bomberos y demás proveedores de servicios de emergencias médicas es el dramático aumento en los volúmenes de llamados. Según la Asociación Internacional de Bomberos (IAFF), los llamados al servicio de emergencias del cuerpo de bomberos en Estados Unidos han aumentado alrededor del 350 por ciento durante los últimos 30 años. A pesar de esto, los niveles de dotación de personal no han sufrido prácticamente cambios durante la última década o más.

Como resultado, algunos temen que el sistema en cuestión esté alcanzando un punto de quiebre. Los socorristas están cada vez más desgastados, desilusionados, deprimidos, y cansados de brindar su ayuda solo para recibir ingratitud, un puño cerrado, o algo incluso peor. John Montes, un especialista en servicios de emergencia en NFPA, dijo que la violencia puede manifestarse de muchas maneras con el tiempo tanto para los trabajadores del servicio de emergencias médicas como para los pacientes.

Un largo camino por recorrer

Si bien la investigación es vital para comprender los niveles de violencia enfrentados por los socorristas y el modo de poder protegerlos mejor y estar preparados para enfrentarlos, se están desarrollando otras estrategias de forma paralela. Muchos estados estadounidenses, por ejemplo, han sancionado leyes que indican que agredir a un técnico en emergencias médicas o bombero es considerado un delito, un paso que podría disuadir a algunos potenciales agresores. Canadá y Australia han también comenzado campañas mediáticas para resaltar la violencia padecida por los socorristas con la esperanza de que un público mejor educado ayude a reducir la ola de agresiones a los técnicos en emergencias médicas que se está registrando en esos países. Algunos departamentos han comenzado también a colgar carteles en ambulancias con mensajes como por ejemplo «NO está bien atacar a los paramédicos»; el departamento de bomberos de Nueva York ha comenzado recientemente a exhibir una calcomanía en la que se informa a los pacientes que agredir a un técnico en emergencias médicas puede llevar a siete años de prisión. Cada vez más, los departamentos están comenzando a implementar nuevas estrategias tales como marcar domicilios particulares en sus sistemas de despacho en donde se han producido ataques de violencia en el pasado para hacer saber a los socorristas que estén preparados o para que llamen a unidades policiales que los asistan.

«Aún nos queda un largo camino por recorrer», dice Breyer de la IAFF, agregando que el capítulo sobre auto preservación y seguridad ha sido siempre el más breve en los libros de textos de los servicios de emergencias médicas. «Recién estamos comenzando a tomar consciencia de que la violencia es una exposición al igual que respirar agentes cancerígenos – es todo parte de la salud física y mental y es un asesino silencioso».

«Uno llega a esta actividad con la expectativa de que la persona que uno está ayudando será amable y agradecida», dijo Robbins. «Cuando la persona termina escupiéndote o lanzándote algún objeto por la cabeza y sus familiares te maltratan verbalmente, eso te afecta emocionalmente. Uno se siente rechazado y herido emocionalmente. No se trata de dolor físico. Más bien creo que es un golpe emocional».

«Existe una mirada sobre este tema. Uno simplemente sabe que no están contentos cuando llega, y no están contentos por una razón. Se desquitarán con alguien».


Fuente: NFPA journal

Ofic. Ing. Eduardo Javier Granda

Soc. Cuerpo Bomberos Voluntarios Pilar (B)



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