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El Pánico y el comportamiento colectivo

Hay una imagen popular predominante de cómo la gente reacciona durante un desastre. La idea general es que los seres humanos no respondemos bien a situaciones de tensión (Wenger, Faupel y James, 1985), Se da por hecho que los individuos, especialmente en un momento de emergencia, van a estar aterrorizados y que actuarán irracionalmente. También que van a estar aturdidos y que no van a ser capaces de cuidar de sí mismos. Se cree que se comportarán de forma antisocial, que estarán emocionalmente traumatizados o psicológicamente incapacitados y que reaccionarán de forma egoísta y egocéntrica durante e inmediatamente después de una amenaza de desastre.

Sin embargo, las investigaciones indican que esta idea es prácticamente incorrecta en todos los aspectos.

Si hay una palabra que tiende a estar asociada con el comportamiento durante los desastres es la palabra “pánico”. Evidentemente el término se puede referir a varias cosas. Si a lo que se refiere es a la probabilidad de que la mayoría de los seres humanos que se ven envueltos en desastres estarán asustados y espantados, esta es una percepción correcta. Prácticamente todas las personas sanas sentirán ansiedad y miedo en una situación de grave peligro y de amenaza personal.

Por otro lado, este termino es utilizado en el lenguaje de todos los dias, incluyendo los medios de comunicación, o en declaraciones oficiales en relación con desastres y normalmente tiene otras implicaciones. Se da por sentado que ante graves amenazas o peligros, la gente se va a aterrar y reaccionará huyendo de manera desbandada, corriendo a la aventura o sufriendo ataques de histeria. Incluso si la respuesta no se considera intrínsecamente destructiva, el comportamiento sí se ve como inadecuado y desajustado para la situación y en un sentido general, como irracional.

Pero la realidad es otra. El Profesor Quarantelli, director del Disaster Research Center de la Universidad de Ohio, basándose en múltiples estudios psicosociales desde 1970 decía que generalmente el pánico no existe y que solo ocurre cuando es imposible escapar. En un artículo publicado en el Boletín Preparación para Casos de Desastres en las Américas” Oct. 1982, No 13 de la Organización Panamericana de la Salud, el Prof. Quarantelli, manifiesta que “generalmente no se produce pánico. En vez de huir de los, lugares expuestos, es mucho más probable que la gente se concentre en las zonas de impacto”.

En una publicación aparecida en la Revista de la Protección Civil Española, Número 13, Nov.-Dic 91 sobre las “Implicaciones de la Planificación y Gestión para el Envío de Servicios Médicos de Emergencia” el Prof. Quarantelli desde el Centro de Investigación sobre Desastres de la Universidad de Delaware en 1989, vuelve a decir, basándose en las investigaciones sobre desastres realizadas en los últimos 35 años y en los cuales 500 estudios de campo ratifican que “El término pánico es extremadamente extraño, si no inexistente en desastres colectivos, las víctimas pueden estar inquietas y asustadas pero esto no quiere decir que van a actuar sin pensar, irracionalmente o impulsivamente”.

En el Manual para el Personal Local de Salud y la Comunidad Frente a los Desastres Naturales” publicado por la Organización Mundial de la Salud y la Liga de Sociedades de la Cruz Roja y Media Luna Roja (1989) dice : “El pánico no es una reacción frecuente. Puede producirse cuando el desastre sorprende a una multitud en un lugar cerrado”.

En el libro de Andres Wijkman y Lloyd Timberlake “Desastres Naturales, Fuerza Mayor u Obra del Hombre, auspiciado por el Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo y la Cruz Roja Sueca (1985) manifiesta que en los trabajos realizados entre 1950-54 por el Consejo de Investigación sobre la Opinión Nacional (EEUU) se descubrió que la presencia del pánico era relativamente rara, así como de otras formas de comportamiento incontrolado. En 1953, la Academia Nacional de Ciencias (NAS) de los EEUU, comenzó a interesarse en los desastres y constituyó un grupo de investigación, que realizó trabajos sobre el terreno del `53 al `63, observando que durante la fase de “impacto”, el pánico era prácticamente inexistente.

En el mismo libro se indica que Ian Davis, Director del Fondo de Asistencia de la Alianza Evangélica y catedrático del Politécnico de Oxford, reino Unido y experto en problemas de vivienda después de desastres dice: “De hecho es muy probable que los supervivientes se hallen en un estado de pánico…”

En resumen el pánico no es la característica general en la mayoría de los desastres de todo tipo. Tiene muy poca importancia operativa en la mayoría de los desastres colectivos. Es algo que prácticamente se puede ignorar en la planificación de desastres, excepto que hay que tener en cuenta que es un mito y no algo que haya que dar por sentado.

EL PÁNICO INDIVIDUAL

Como lo planteara el Prof. Quarantelli el pánico es raro e infrecuente; sin embargo, será bueno reflexionar sobre sus características.

Todo ser humano ante una situación de peligro real o imaginaria, responde con miedo. Esta es una respuesta biológicamente congénita, nos protege como especie y ha permitido nuestra sobrevivencia. El miedo evita que cometamos actos imprudentes, nos permite evaluar la situación de urgencia y nos prepara para la lucha o para la huída. En términos generales podemos decir que sentir miedo es bueno y hasta beneficioso , pero cuando el miedo es desproporcionado y sale fuera de nuestro control nos produce “ceguera psicológica” es decir nos incapacita para evaluar el peligro en forma real y escoger la mejor alternativa para enfrentarlo o huir de el. Asimismo viene acompañado de un intento irracional de huir, de llantos incontrolados, etc.

SU POTENCIAL PELIGRO ES QUE ES ALTAMENTE CONTAGIOSO

Generalmente se presenta cuando la persona siente que esta atrapada, que es imposible escapar o que efectivamente las vias de escape se encuentren cerradas o que estas colapsen. También cuando el aire fresco es escaso como en el caso de los incendios y la persona siente síntomas de asfixia.

Otro factor potencial que puede provocar una reacción de pánico puede ser el ver a familiares o amigos cercanos morir de manera violenta o con serias amputaciones traumáticas.

El pánico es consecuencia de una búsqueda inútil dentro de nosotros mismos de la respuesta que hemos de dar ante un peligro que nos amenaza. Es un factor que agrava el riesgo individual, pues elimina toda voluntad de la persona de hacer frente al peligro.

MANEJO DEL PÁNICO INDIVIDUAL:

En caso de provocar el pánico que la persona empiece a correr, lo primero que se tiene que hacer es evitar que lo siga haciendo. Es muy probable que debido a la ceguera psicológica el individuo corra en la dirección opuesta a las vias de escape o intente lanzarse por alguna ventana. Para conseguir esto es bueno que pida ayuda a otra persona. No intente detener Ud. solo a alguien presa de pánico. Una persona en este estado adquiere una gran fuerza física. Se le debe abrazar y resistir sus agresiones físicas. No devuelva una agresión con más agresión; esto puede desencadenar una reacción agresiva en cadena entre otros espectadores.

Existe la posibilidad de conectarse con el individuo que tiene pánico mediante los sentidos. Aunque éstos pueden ser también bloqueados por la mente, son lo último que se cierra.

Si nos acercamos, les miramos fijamente a los ojos y más que hablarles les hablamos fuertemente y con voz autoritaria, no cabe duda que su mente recibirá nuestro mensaje y que comunicará al cuerpo lo que hay que hacer; normalmente será seguirnos.

Es inútil tratar de razonar con una persona que está bajo el efecto del pánico. Sus mecanismos de raciocinio no funcionan. Se debe dar órdenes y conducirlos fuera del lugar del peligro y de la mirada de los demás para evitar el contagio, nunca lo deje solo a pesar de que aparente estar calmado. Es preferible dejarlo en compañía de algún amigo o familiar cercano. Conforme se vaya calmando se le puede asignar pequeñas tareas de ayuda a otros, lo cual puede terminar por serenarlo.

COMO MANEJAR UNA SITUACION DE PÁNICO COLECTIVO:

Nos situamos en un escenario de emergencia. Un terremoto, un voraz incendio, una amenaza terrorista, etc. En esos instantes, cuando todos quedamos aterrados, que es cuando nuestro cerebro nos pregunta, qué hacer, debemos reaccionar primero porque nosotros somos los profesionales de la protección; sabemos que no nos tenemos que quedar quietos, o alguien se nos adelantará, pero… para sembrar el pánico.

Una voz serena, fuerte equilibrada que diga sencillamente: POR AQUÍ es suficiente para que los que no hayan podido reaccionar porque su mente está vacía, perciban esa orden y nos sigan. Actuarán racionalmente. Siguen a una persona que sabe lo que hay que hacer. Si hay varios que dicen POR AQUÍ porque conocen las técnicas de Defensa Civil y quieren evitar el pánico general, no importa. Si ese POR AQUÍ trata de significar lo mismo, es bueno. Pero aunque signifique direcciones o actuaciones contrarias, no importa, siempre obedecerá a criterios procedentes de la razón.

Habrá revuelo, dudas, pero hay algo que hacer. Hemos llenado la mente de las personas y evitado el progreso hacia el pánico. Tal vez la situación sea tal que perezcamos todos, pero hemos luchado, como es nuestra condición de seres vivientes, por nuestra supervivencia; alguna probabilidad puede haber y si la hay, hemos actuado correctamente para aprovecharla. Lo demás hubiese sido entregarse al desastre.

QUE HACER CUANDO CUNDE EL PÁNICO:

Como hemos indicado cuando una persona agota en unos segundos, todo su conocimiento sobre lo que ha de hacer ante un peligro y no recibe información de fuera, se produce el pánico,. Y lo que es peor, lo provoca en los demás. Nuestra obligación ahora es delicada. No es tan fácil. En primer lugar, debemos tener nervios de acero para no sucumbir, como los demás, en el temor colectivo.

Los brigadistas en medio del peligro real que ha dado lugar a la emergencia y, además, en medio de un grupo de personas dominadas por el pánico, hemos de protegernos del peligro y procurar que esas personas tampoco sufran los efectos del mismo.

Un vez que cunde el pánico y el temor descontrolado se apodera de un grupo humano es muy peligroso tratar de colocarse delante de ellos y evitar que corran; posiblemente pasarán por encima de nosotros.

La mejor táctica es asociarse a ellos, gesticular más que ellos, gritar más que ellos, si se encuentran parados nos pondremos en el medio e impulsaremos a los de adelante a seguir la dirección correcta. Así arrastraremos a los de atrás a seguirnos. Si están en movimiento, nos pondremos a la cabeza del grupo, entre las primeras filas. Si van en sentido adecuado apresuraremos el paso. Si van en sentido contrario, los conduciremos en la dirección más conveniente para que cambien el sentido de la marcha.

Una vez fuera del peligro trataremos de CALMARNOS y al mismo tiempo calmar a los demás. La mayoría se tranquilizará y empezará a preocuparse por la situación. El pánico se terminó.

Algunos tardarán más tiempo, pero para eso tenemos la ayuda del personal especializado que les dará el tratamiento adecuado.

Queremos antes de terminar, hacer hincapié en la importancia de la preparación de las personas. La mejor asistencia social que podemos impartir está en hacer llegar a todos la forma de enfrentarse a cualquier situación de emergencia con criterios amplios, para que sean fáciles de asimilar, rápidos de recordar y útiles de aplicar.

OTRAS FORMAS DE COMPORTAMIENTO HUMANO EN DESASTRES:

Una voz autoritaria y serena, instrucciones concretas, un distintivo como el de las Brigadas de Defensa Civil, es suficiente para poder hacer que el colectivo de personas ante una emergencia acate las medidas de seguridad. No obstante, esto no siempre es así. Dependerá según el tipo de emergencia o desastre del que se trate, la hora en la que se produce, la forma como éste se produce, el tiempo que se tarde en llegar la ayuda, La Asociación de Psiquiatría Americana (1972) publicó un manual sobre la ayuda psicológica en casos de desastre en el que describe conductas individuales que se puede observar en una situación de emergencia y/o desastre tales como las reacciones paralizantes, las reacciones normales y las reacciones hiperactivas, que comentaremos a continuación brevemente :

Reacciones Normales:

Tales como el castañeo de dientes, sudoración, estado nauseoso, mareos, mirada borrosa, incontinencia urinaria o diarrea profusa, bajadas o subidas de la presión arterial, taquicardia, dolor en el pecho. En este caso se deberá de evacuar inmediatamente a un centro hospitalario.


Reacciones Hiperactivas:

Hay personas que estallan en ráfagas de actividades sin sentido, hablan rápidamente, bromean de forma inapropiada y harán sugerencias y demandas inaceptables y de poco valor real, pasarán de un trabajo a otro y parecerán incapaces de resistir la más mínima distracción. Ellos aparentan retraerse dentro de una confianza irreal en sus habilidades, lo que causa que sean realmente intolerantes con cualquier idea que no sea la suya. Consecuentemente tales personas se pueden convertir en un núcleo perturbador de oposición y desencadenar o promover y liderar una reacción de tipo antisocial como veremos más adelante.

Reacciones Paralizantes:

Como su nombre lo indica la persona se queda paralizada es incapaz de hacer algo para autoayudarse. Su mirada está perdida y no responde a las llamadas verbales, son muy dóciles y fáciles de dirigir a lugares seguros.

EL RECUENTO:

Es el balance sobre los efectos que se han producido durante el desastre.

La desesperación es un síntoma que aparece entre las víctimas. Es cuando uno se da cuenta de lo que ha perdido: salud, familia, seres queridos, bienestar, amigos, vivienda, trabajo, etc.

En esta fase no es extraño que la gente se arrodille, se jale de los cabellos, se dé golpes contra la pared, inicie una especie de baile ritual moviendo el cuerpo acompasadamente, grite desesperadamente o se desmaye. Otras veces el sujeto puede entrar en un mutismo total, tratando de aislar sus sentidos ante la realidad.

Suele también presentarse un comportamiento, menos frecuente que los anteriores. Son los comportamientos violentos. Las personas que presentan estos cuadros son adultos entre los 35 y 45 años, de clase media y baja. Son aquellos que día a día, desde hace muchos años, han sacado “adelante” a su familia gracias a sus esfuerzos y no van a poder a volver a tener lo que con tanto sacrificio consiguieron. Su reacción es el llanto pero también la violencia.

Cual ha de ser nuestra actitud ante los que se encuentran en esta fase? Si son víctimas, es decir si sufren efectos físicos sobre su persona, entonces debemos atenderlos, comprendiendo al mismo tiempo su estado de ánimo. La reacción violenta en su excitación suele estar en relación inversa con la gravedad de su estado.

MITOS SOBRE EL COMPORTAMIENTO COLECTIVO:

LA PASIVIDAD:

Si el peligro o desastre no provoca pánico a veces se piensa que origina lo contrario: la parálisis para actuar y reaccionar. Por tanto se cree que en presencia de grave amenaza, la gente no puede reaccionar ni hacer frente a la crisis en la que se encuentra. Se tiende a pensar que los desastres dejan aturdidas, conmocionadas e incapaces de hacer frente a la realidad a un gran número de personas. Se supone que las víctimas están tan desorientadas y desmoralizadas que necesitarán a otra persona ajena para hacer por ellos la mayoría de las tareas elementales, como recibir alimentos, alojamiento y vestido. La idea que se tiene es principalmente la de una dependencia pasiva de otros por aquellos afectados por desastres y que nada va a pasar a no ser que aparezca el “buen samaritano” en la forma de colaborador externo.

Las investigaciones han demostrado fehacientemente que esta imagen de incapacidad es también bastante incorrecta. Ante mensajes de alerta aceptables, la gente buscará seguridad y generalmente actuará de forma adecuada a la situación. Más aún, aquellos que afrontan un desastre no se quedan paralizados. Incluso en las situaciones de mayor tensión no están faltos de iniciativa ni esperan pasivamente a que otros se ocupen de ellos y de sus necesidades. Normalmente antes de que el impacto haya pasado, se inician los esfuerzos de búsqueda y rescate por parte de los mismos afectados.

LA ANTISOCIALIDAD:

Suele iniciarse como se inicia una explosión, basta una chispa: aquellos que no han sufrido en su integridad física los efectos de un desastre, acumulan una gran cantidad de tensión emocional que los prepara para cualquier reacción violenta. Oportunidades no faltan y justificaciones tampoco, basta con que uno lance una piedra para que se dé inicio a una serie de actos de vandalismo.

El tratamiento es distinto en los casos de personas que verdaderamente han sufrido un daño (físico o psicológico) a consecuencia del siniestro, que el de aquellas otras que solamente acuden a destrozar o a apropiarse de lo ajeno.

Se distingue perfectamente a las personas que pertenecen a uno u otro grupo. A las que se les puede justificar humanamente su comportamiento van en grupo, mostrando públicamente su enojo y sin un objetivo determinado. Lo mismo vuelcan un vehículo que destruyen un escaparate.

Una llamada de petición de ayuda para poder atender a víctimas que están aún bajo los efectos de la catástrofe suele desviar la atención de los ciudadanos indignados, con la finalidad de ir disminuyendo el grupo. Cuando se vean en minoría, ellos mismos se disolverán pacíficamente y resignadamente. Con los integrantes del segundo grupo lo mejor es dejarlo a la policía.

Para enfrentarse con una multitud, no debe dejarse dominar por las emociones. Recuerde que estas son tremendamente contagiosas: hay que intentar separar a los que parecen líderes. Hay que aparentar (y esto puede ser peligroso para nosotros) estar como ellos. Llamar más la atención, gesticular más, gritar más, incluso decir más palabras vulgares; en resumen desplazar al líder. Conseguido esto y superado, conduciremos al grupo al lugar apropiado, tratando poco a poco de hacer razonar a los demás “Vayamos compañeros donde están las autoridades la policía y la prensa, hagámonos oír”, “que no quede así”, “Seamos prácticos, dejemos de gritar y exijamos nuestros derechos”, “A ver, Uds. vayan donde esta la policía, Ud. donde están los periodistas, Uds., donde el Serenazgo”, “Uds. despejen la pista para el paso de las ambulancias y bomberos”. De esta forma se disolverá el grupo y se formarán grupos más pequeños. Si somos varios brigadistas podemos “capitanear” a cada uno de estos sub-grupos hasta que el número reducido de personas y el cansancio hagan reaparecer el sano juicio.

Llevar el uniforme o distintivo de brigadista puede presentar una ventaja y una desventaja. Una ventaja por cuento la distinción que sobre nosotros se hace y el conocimiento que se supone tenemos para hacer frente a cualquier tipo de emergencia. Pero puede ocurrir que el pánico al ser irracional puede hacer que se vea en nosotros a los causantes del desastre por pura asociación ilógica de ideas.

LOS PRIMEROS AUXILIOS PSICOLOGICOS:

Para proporcionar la mejor atención a una persona emocionalmente perturbada, se debe entender y aceptar los siguientes principios generales:

ACEPTE EL DERECHO DE TODA PERSONA A TENER SUS PROPIOS SENTIMIENTOS

No culpe o ridiculice a una persona por sentir lo que siente. Su tarea es ayudarla a superar su sentimiento, no decirle como debe sentirse. Si Ud. se detiene a pensar en sus propios sentimientos, se dará cuenta de que es imposible para los seres humanos el hacer una selección consciente de sus sentimientos más profundos.

Tenga presente que la posición de la otra persona puede ser similar a la propia, pero cada persona ha tenido ciertas experiencias únicas que pueden afectar fuertemente sus sentimientos en relación con los acontecimientos que han ocurrido. Más allá del horror y del temor que puedan sentir, las personas reaccionarán en términos de cómo esta experiencia puede encajar con sus ideas pasadas acerca de sí mismo y sus aspiraciones en el futuro, así como en el mundo en el cual han vivido y esperan vivir.

ACEPTE LAS LIMITACIONES DEL ACCIDENTADO COMO REALES

Cuando el muslo de un hombre está destrozado nadie espera que camine por un tiempo, pero cuando la capacidad del hombre para superar sus sentimientos está hecha pedazos muchos se inclinan a esperar que él vuelva a actuar normalmente, casi de inmediato. “Todo está en su mente”, “deshágase de ello”, “recupérese”. Tal tipo de consejos no tienen lugar en los primeros auxilios psicológicos.

EVALUE LA CAPACIDAD DEL ACCIDENTADO TAN EXACTA Y RAPIDAMENTE COMO SEA POSIBLE

Si Ud. se da cuenta de las limitaciones de una persona perturbada, Ud. estará al tanto de las habilidades y otros recursos que ella pueda utilizar. Ud. puede ayudarla a iniciar el camino hacia la reorganización de su mundo. Averigüe con tacto lo que le sucedió, permítale responder a su manera. Recuerde que no puede dejarlo divagar interminablemente, pero al menos por un par de minutos el puede hablar libremente de sus propias experiencias, averigüe si el herido se preocupa por su familia o amigos. Bríndele tan honestamente como pueda información acerca de dónde, cuándo y cómo podría tener contacto con ellos.


ACEPTE SUS LIMITACIONES AL AYUDAR A OTRAS PERSONAS

No pretenda ser todo para todas las personas. Habrá mucho de lo que Ud. quisiera hacer en un desastre y que está más allá de sus fuerzas y habilidades.

Una razonable y sincera apreciación de sí mismo es parte muy importante de su preparación para prestar los primeros auxilios psicológicos. Un trabajador de primeros auxilios físicamente herido puede continuar haciendo un buen trabajo curando las heridas de otros accidentados. Pero si está emocionalmente “herido” tendrá grandes limitaciones para ayudar a otros con dificultades emocionales. En otras palabras, conozca sus propias debilidades lo suficientemente bien como para afrontarlas rápidamente en un momento de crisis.

Por: Ps. M.A. Santiago Valero Alamo



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